jueves, 27 de noviembre de 2014

AndoMochileando - Día 7

"En Potosí o mueres de frío o mueres de calor en el mismo día", me dijo una comerciante. Agregaría "O mueres de agotamiento por querer subir las empinadas calles de la ciudad". A las 10:00 am instalé mi humilde puestito de billeteras que nuevamente fue un éxito y logró sacarme del estado de "$0" en el que me encontraba. Contento y despreocupado por el dinero dejé mi mochila grande en el puesto de un comerciante que más temprano me convidaba coca. La amabilidad delpotosino es increíble. 7 am, mientras buscaba hospedaje varios lugareños me detenían a recomendarme hostels, fwerias donde poder vender, lugares que visitar, curioseaban sobre mi ciudad de procedencia y me despedían con gran simpatía.
Las calles de la ciudad son asombrosamente.... dejenme ver qué adjetivo puedo utilizar... No, no encuentro adjetivo alguno que describa a estas calles. Sobrepasan lo hermoso. Pasajes, callejones, todos, adornados con casas de una arquitectura colonial intacta, decoradas también cada 3 cuadras por iglesias de este mismo estilo. Potosí en su apogeo, allá por la primera mitad del siglo XVII, fue la ciudad más rica de América, y una de las 3 más ricas del mundo. Del cerro "Rico" se extraía plata en cantidades estrepitosas y bañaban a los 120 mil habitantes (más habitada que Londres, Madrid....) en un lujo que hoy recorriendo las calles, es difícil de imaginar que alguna vez esta ciudad tuvo.
No pude ir a las minas. Es terrible cómo las agencias turísticas se aprovechan de los visitantes. Recuerden, soy argentino y 100 dólares míos no son lo mismo que 100 dólares para un gringo.
Yo tampoco cuento con muchas riquezas, pero así como lo hizo la ciudad, me quedo con la riqueza de las calles y del corazón del potosino y agrego a la frase: "O mueres de fascinación por la belleza de Potosí".
Partí hacia Uyuni con el cuello y los brazos rojos de tanta exposición al sol. Llegué a la terminal con ayuda de un potosino que me despidió diciéndome "Un placer ayudarte, así de gentiles somos los potosinos, se habrá dado cuenta usted joven."
Entramos a Uyuni luego de 4 horas de viaje donde el sol pareció seguirnos sin esconderse tras las atractivas montañas ni un solo segundo. A las llamas que pastaban por todo el paisaje parecía no importarles ni el sol ni la ruta, por lo que cada 20 minutos frenábamos y se escuchaba un bocinazo. Acto seguido veías desfilar a este animalito con mucha gracia atravesando la ruta de un lado al otro. Las vicuñas me parecieron estéticamente más hermosas y las llamas restaron muchos puntos al atentar contra mi tranquilidad por estos cruces que debo admitir, me asustaban bastante.
Ya en Uyuni no conseguí hospedaje alguno y la idea de pagar 300 bolivianos para conocer el salar realmente no me atraía así que decidido y haciendo malabares con el dinero, partí hacia La Paz, desde donde escribo mientras espero a Ricardo, mi colega del bus a Cochabamba que aún está en esta ciudad y me invitó el almuerzo.

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