jueves, 30 de octubre de 2014

AndoMochileando - Día 2

Llegamos a Santa Cruz de la Sierra a las 11:00 hs. Increíbles trámites aduaneros nos demoraron arribar a la ciudad de los cambas, pero aquí estamos. Sobre una mesita de luz, un souvenir de Minion (Mi villano favorito), me observa en mi cuarto del departamento 501 del matrimonio Sarmiento. A su lado, una antigua plancha de bronce, la imagen de un santo y un regordete conejito vestido de cholita y con alfileres en su panza.
Son las 22:00 hs y desvelado en la cama doy vueltas hasta que me decido a escribir luego de 20 minutos de confesiones y descargos con Lu por celular, a quien no le llegan mis mensajes pues conexión a internet es lo único que le falta a este departamento en el que me siento tan cómodo. Obviamente el hogar no sería lo mismo sin la amabilidad y atención de Deby, esposa de Pedro. Desde el minuto cero fui muy bien recibido. El cálido y maternal abrazo de Deby me invitó a sentirme protegido y como en casa. Recuerdo que la mujer al abrazarme hizo cara de como que algo olía mal (o quizás yo me perseguí demasiado), puesto que las primeras palabras que pronuncié fueron: "¡Me encantaría bañarme! Fue tremendo el viaje".
Una toalla grande, otra pequeña y un jabón aguardaban ya por mí en la habitación desde la cual el minion, la antigua plancha de bronce, el santo y la coneja me daban la bienvenida.
Un colchón y mi propia vista a la hermosa Santa Cruz también me abrazaban (y yo necesitaba abrazar tanto a la ciudad como al colchón y a la ducha).
Media hora más tarde, la entrada: Un interesante intercambio de opiniones sobre "Paula", "El Túnel" y recomendaciones de Allende, Quiroga y García Márquez. Luego, el almuerzo, abundante en el plato como ya me está acostumbrando este país:  alitas y patas de pollo; ensalada mixta (amigos, he crecido, ya como lechuga. Mamá, perdón); el infaltable (arroz).
¿El postre? Deby es socióloga, a mí me atrae conocer a las sociedades. Combinación perfecta. Allí descubrí lo que bautizé como el "Chola´s Power", la clase social de las cholas. Aquí, a diferencia de Argentina que tu status social dependerá de tu poder adquisitivo, las clases sociales se rigen de acuerdo al color de piel: blancos, cholos/as que son tan o más adinerados que los primeros, y campesinos. Las cholas vivieron desde tiempos de servidumbre y discriminación hasta por ejemplo, la considerada "Vogue Andina", una revista de moda que lleva el nombre "Cholitas", toda una verdadera revolución que hoy se está dando gracias en gran parte (y muy grande) a que uno de ellos, llegó a la presidencia y hace 2 semanas fue reelecto para continuar su tercer mandato consecutivo.
Tuve también todas las riquezas de Bolivia en mis manos, pero las perdí a las pocas oraciones cuando Deby mencionó la palabra "Conquistadores". Su dictadura militar me devastó. En resumen y añadiendo el Nunca Más y que lloré cuando Allende me habló en su libro sobre el sangriento golpe en Chile, abrí mi camino hacia el interés (y dolor) por saber más de la historia de esta tan herida Latinoamérica.
Santa Cruz de la Sierra es hermosa. Una estatua de Cristo encuentra dos de las avenidas más importantes. Una plaza en el centro de la ciudad me acerca al museo de la Catedral que conserva obras de plata de los siglos XVII y XVIII. Se rigen alí también la Casa de Gobierno y la Casa de la Cultura. Toda esta ciudad está organizada y envuelta en 7 anillos (avenidas, algunas más distanciadas que otras entre sí), por donde el pesadísimo tráfico a toda hora, avanza hasta perderse por millares de calles. El pasaje de los pequeños buses cuesta 2 bolivianos hacia donde quiera que vayas. El taxi (un auto particular con una calcomanía con estas cuatro letras), cuesta 10 bs. El trufi, un invento que amaría que llegue a Buenos Aires, es una camionetita que se encarga de ir
recolectando hasta a 10 pasajeros que descienden a medida que se mueve siempre por el mismo anillo (si te quedás dormido, podés haberte pasado pero tranquilo, ya va a llegar de nuevo a donde debés bajarte). No hay paradas, te bajás de cualquier transporte donde querés al grito de "¡Puerta!" o "¡Pare por favor!".

Voy a cenar solo. Deby y Pedro duermen. Según ellos, aquí el almuerzo es el plato más fuerte del día y la cena no es necesaria, sólo una gran merienda.
Vuelvo a la cama a ser observado por el minion, el santo, la plancha antigua de bronce y la coneja chola. Mañana es mi turno de seguir viendo la ciudad. Observarla. Después de un gran día, siento que la mágica mixtura entre la globalización, la religión, la pinchada por alfileres historia de un pueblo y la riqueza del oro, la plata y el bronce, representados en esa mesita de luz, representan también a Bolivia.



AndoMochileando - Día 1

En realidad día 5. Vengo viajando desde el jueves 22 de octubre. Dejé Buenos Aires, dejé un amor, dejé a mi familia, dejé a mis amigos y seres queridos. Dejé y no. Están acá cnmigo. Partí con ansias y la misma ruta se encargó de mostrarme que éste no será un viaje fácil. Cada kilómetro alcanzado era un "cada vez más lejos" pero un "cada vez más cerca". ¿Cerca de qué? No lo sé. Eso me preguntaba y eso me respondía. Cadáveres de perros al costado de la ruta 5 cada 1 kilómetro me recordaban al pequeño can que dejaba en Baires. Dejaba y no, o traía conmigo. Aunque para recordarlo así, prefería pensar que lo dejaba a salvo en casa. Imponentes camiones en la banquina dejaban en evidencia al estar completamente dados vuelta, que viajar no es simplemente moverse de un lado a otro, que podés darte vuelta. Literal. Y sentí miedo. Me sentí en peligro y confieso que también quise dejarme en Buenos Aires. Las ansias por conocer se me fueron al carajo, caí en cuenta de lo que estaba viviendo. Al instante, ví mis pies desnudos y más allá, el mar en una noche ecuatoriana. Esa imagen me devolvió el alma al cuerpo, me bajó a la tierra, me volte´e hizo que mis pies pisaran el suelo. Ya no estaba de cabeza.
Llegamos a Salvador Mazza, Salta, ,después de 2 días de viaje. Agradecí al Universo por el viaje tranquilo que tuvimos. Miré a Don Pedro y proseguí: "Gracias Dios, al destino, a la suerte, a lo que fuere, pero gracias". No tengo nada en contra de las religiones pero no siento pertenecer a ninguna. Pedro al parecer sí,  quizás todos necesitamos creer en algo, y así lo señalaba un rosario colgado en la cabina del camión, a pesar de que mi interrogatorio viajero arrojó un "Don Pedro 1- Catolicisimo 0".
De todos modos este camionero boliviano, alto, de pelo gris, y verdes ojos de descendencia austríaca en ningún momento recriminó ni se enemistó con mi ateísmo sólo que su sabia mirada pudo más que la insegridad que tambaleaba a unas jóvenes patitas veinticuatroñeras.
Más tarde confesaba entre "¡Salud!" (pícara costumbre del pueblo hermano utilizada antes de beber un sorbo de cerveza) que su mirada y silencio no son más que calma y hasta timidez.
No me considero un gran lector de personalidades, pero Don Pedro, no hacía falta la aclaración. Su luz y temple no se notaron en el momento en que comenzamos a entablar conversacion, cuando por pregunta de nuestra conocida en común, usted aceptó llevarme en su americano de dieciséis ruedas, o cuando me ofreció alojamiento en su hogar en Santa Cruz de la Sierra. Bastó que Patricia nos presentara para percibir esa vibración. Don Pedro, usted (como yo) se fascina po la vibración de los Detzel-Agüero. Usted vibra tan hermosamente como la familia amiga. Sus miradas causan tambaleo porque es increíble cómo demuestran que el ser humano puede dar tanto sin esperar nada a cambio. Primer aprendizaje hace años, cuando rompía mi burbuja. Lección que se mantiene en este viaje.
Cruzar por momentos a Tacuiba fue encantador: Hay tanta buena gente como cantidad de nativos que bajo un sol  de 42º, vive del comercio. Abunda tanta humildad como platos llenos de comida hasta rebalsar; tantas reproducciones de la imagen de Evo en las calles como veces tuve que hacer que Marco, colega de Don Pedro, repita lo que me decía porque su atonada, simple y cerrada manera de hablar no me permitía comprender, como a muchos de los pocos bolivianos con los que entablé conversación. Hay tantas calcomanías en cada auto, como perros callejeros. Deseaba tener el suficiente dinero para darles de comer a todos y cada uno. Lamentablemente mi billetera tiene poco, y encima en pesos argentinos. Creo que esos papeles valen hoy, menos que una hoja de coca acá en Bolivia.
Acabo de decirle a Pedro entre tuteadas y formalismos (aún no sé cómo dirigirme a él) que si todo sale bien, éste sería su último viaje. Suena a que lo estoy matando, a que lo invade una enfermedad terminal o que se quedará desempleado, pero no. Afortunadamente tiene una oportunidad de trabajo independiente en su ciudad y de seguro todo saldrá de maravilla, porque a los buenos les pasan cosas buenas.
Ya no me pienso dado vuelta, todo es positivo. Segunda lección de vida que se presenta elevada a la décima potencia en este viaje. Los factores son muchos: La distancia de la ciudad que amo, mi amor que necesito, la familia que extraño, las ganas de fumar con mis ramones.
A pesar de todo eso, acabamos de pasar definitivamente a Bolivia y soy feliz hasta las lágrimas.


viernes, 17 de octubre de 2014

Entonces.... ¿Nos reímos?

Yo veo blanco, vos ves negro. Vemos opuestos. SE ROMPE UN POQUITO EL ORGULLO y Vemos grises. Veamos un sólo gris. Dale, si la última vez fue de común acuerdo.  "Te estoy diciendo cosas lindas". Y yo las recibo, las guardo y riego con ellas algo adentro mío que late fuerte, fuerte y que a veces está triste. Y si me decís cosas lindas, sentite orgulloso de lo hermoso que estás siendo, pero nunca las digas si no las sentís y lo entenderé, y menos que menos las digas para saber si yo te diría lo mismo. Y si me decís cosas lindas y agarro tus palabras y las vuelvo a meter en vos, enseñame a disfrutar, mostrame cómo masticas la frase, con tu lengua acomodás las letras y me devolvés la frialdad con algo que me haga reír. Como por ejemplo, el peinado de un pony. Mostrame que ante un enojo, me puedo reír como con los algodones de azúcar, demostrame con una sonrisa hermosa que el mejor remedio es el polo opuesto al estado en el que me ves, demostrame que se puede disfrutar, osea, demostrame lo que me enamoró de vos: que me demostrábas cómo podías disfrutar a pesar de todo. Demostrame, y esto no es obligarte a nada, sólo a que me lo demuestres. Demostrame que la lágrima derramada, cayó sobre la pelea y mezcló tanto nuestras bocas que las acercó hasta el punto exacto en el que ambas estaban unidas y terminaron riendo y cantando, o por lugares prohibidos. Demostrame que la lluvia en mis ojos sirvió para limpiar el cielo y para que crezcan las flores, que fue un cambio y que no llovieron en vano. Pero por sobre todo, siempre mi amor, demostraTE entero y feliz, para yo también poder estar entero y feliz.  


PD: Cualquier similitud con una carta de amor barata es mera coincidencia. Este texto es mi color blanco, y tiene como consigna ser leído y comprendido; al igual que su autor, pero que definitivamente quiere mezclarse con el color negro y que no lo duda nunca, porque me encanta, apuesto y amo cuidar de ese color.