jueves, 30 de octubre de 2014

AndoMochileando - Día 1

En realidad día 5. Vengo viajando desde el jueves 22 de octubre. Dejé Buenos Aires, dejé un amor, dejé a mi familia, dejé a mis amigos y seres queridos. Dejé y no. Están acá cnmigo. Partí con ansias y la misma ruta se encargó de mostrarme que éste no será un viaje fácil. Cada kilómetro alcanzado era un "cada vez más lejos" pero un "cada vez más cerca". ¿Cerca de qué? No lo sé. Eso me preguntaba y eso me respondía. Cadáveres de perros al costado de la ruta 5 cada 1 kilómetro me recordaban al pequeño can que dejaba en Baires. Dejaba y no, o traía conmigo. Aunque para recordarlo así, prefería pensar que lo dejaba a salvo en casa. Imponentes camiones en la banquina dejaban en evidencia al estar completamente dados vuelta, que viajar no es simplemente moverse de un lado a otro, que podés darte vuelta. Literal. Y sentí miedo. Me sentí en peligro y confieso que también quise dejarme en Buenos Aires. Las ansias por conocer se me fueron al carajo, caí en cuenta de lo que estaba viviendo. Al instante, ví mis pies desnudos y más allá, el mar en una noche ecuatoriana. Esa imagen me devolvió el alma al cuerpo, me bajó a la tierra, me volte´e hizo que mis pies pisaran el suelo. Ya no estaba de cabeza.
Llegamos a Salvador Mazza, Salta, ,después de 2 días de viaje. Agradecí al Universo por el viaje tranquilo que tuvimos. Miré a Don Pedro y proseguí: "Gracias Dios, al destino, a la suerte, a lo que fuere, pero gracias". No tengo nada en contra de las religiones pero no siento pertenecer a ninguna. Pedro al parecer sí,  quizás todos necesitamos creer en algo, y así lo señalaba un rosario colgado en la cabina del camión, a pesar de que mi interrogatorio viajero arrojó un "Don Pedro 1- Catolicisimo 0".
De todos modos este camionero boliviano, alto, de pelo gris, y verdes ojos de descendencia austríaca en ningún momento recriminó ni se enemistó con mi ateísmo sólo que su sabia mirada pudo más que la insegridad que tambaleaba a unas jóvenes patitas veinticuatroñeras.
Más tarde confesaba entre "¡Salud!" (pícara costumbre del pueblo hermano utilizada antes de beber un sorbo de cerveza) que su mirada y silencio no son más que calma y hasta timidez.
No me considero un gran lector de personalidades, pero Don Pedro, no hacía falta la aclaración. Su luz y temple no se notaron en el momento en que comenzamos a entablar conversacion, cuando por pregunta de nuestra conocida en común, usted aceptó llevarme en su americano de dieciséis ruedas, o cuando me ofreció alojamiento en su hogar en Santa Cruz de la Sierra. Bastó que Patricia nos presentara para percibir esa vibración. Don Pedro, usted (como yo) se fascina po la vibración de los Detzel-Agüero. Usted vibra tan hermosamente como la familia amiga. Sus miradas causan tambaleo porque es increíble cómo demuestran que el ser humano puede dar tanto sin esperar nada a cambio. Primer aprendizaje hace años, cuando rompía mi burbuja. Lección que se mantiene en este viaje.
Cruzar por momentos a Tacuiba fue encantador: Hay tanta buena gente como cantidad de nativos que bajo un sol  de 42º, vive del comercio. Abunda tanta humildad como platos llenos de comida hasta rebalsar; tantas reproducciones de la imagen de Evo en las calles como veces tuve que hacer que Marco, colega de Don Pedro, repita lo que me decía porque su atonada, simple y cerrada manera de hablar no me permitía comprender, como a muchos de los pocos bolivianos con los que entablé conversación. Hay tantas calcomanías en cada auto, como perros callejeros. Deseaba tener el suficiente dinero para darles de comer a todos y cada uno. Lamentablemente mi billetera tiene poco, y encima en pesos argentinos. Creo que esos papeles valen hoy, menos que una hoja de coca acá en Bolivia.
Acabo de decirle a Pedro entre tuteadas y formalismos (aún no sé cómo dirigirme a él) que si todo sale bien, éste sería su último viaje. Suena a que lo estoy matando, a que lo invade una enfermedad terminal o que se quedará desempleado, pero no. Afortunadamente tiene una oportunidad de trabajo independiente en su ciudad y de seguro todo saldrá de maravilla, porque a los buenos les pasan cosas buenas.
Ya no me pienso dado vuelta, todo es positivo. Segunda lección de vida que se presenta elevada a la décima potencia en este viaje. Los factores son muchos: La distancia de la ciudad que amo, mi amor que necesito, la familia que extraño, las ganas de fumar con mis ramones.
A pesar de todo eso, acabamos de pasar definitivamente a Bolivia y soy feliz hasta las lágrimas.


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